La mujer Sagitario

La mujer Sagitario es exagerada, algo desaliñada, impaciente, intranquila, temeraria, confiada en la suerte, y muestra un gran desparpajo al hablar…
En su descargo, podemos decir que también es de pensamiento amplio, tolerante, con gran sentido del humor, muy comprensiva, alegre, franca, sincera, aunque esto último pueda ser lo único que a simple vista se note. Dedica gran parte de su tiempo a cultivarse. Anda por aquí y por allá, se mete en todo, husmea desde lo más superficial hasta lo más profundo, siempre con el objetivo de madurar y emanciparse. No olvida el deseo de formar una familia, pero lo posterga. Desde el primer momento en que te encuentras con una mujer de Sagitario, te sientes como en tu casa, pues te ofrece una hospitalidad que es instintiva en ella. Eso te atrapa, pero debes tener en claro que estará contigo en la medida en que le garantices cierta libertad.
Hasta podría pedirte que le compres una casa rodante para vivir en ella. Si eres de los que nunca tuvo suerte para acumular dinero, no te preocupes; ella lo conseguirá, elevando tu posición social. Despliega su exotismo hasta en el trabajo, y sus ocupaciones serán las más insólitas. Podríamos citar el caso de una sagitariana que se dedicaba a «vestir» moisés para bebés. Comenzó por hacer el de su hija recién nacida y acabó por montar una pequeña industria. Los sagitarianos hacen todo a lo grande, en gran escala. Vivía a muchos kilómetros de la gran ciudad, así que para proveerse, hacía lo que a todo sagitariano le fascina: viajar. Por lo tanto, lo que ganaba lo invertía en sus traslados. Ambos esposos eran de Sagitario, así que dedicaron la vida a divertirse. Su casa era confortable, amplia, con piscina de natación, cocina espaciosa y con muchos estantes para acumular manjares en conserva, para disfrutar con amigos. Todo para disfrutar…
A pesar de que son muy burguesas, las sagitarianas no son como las capricornianas, que conservan una imagen aristocrática toda la vida, cueste lo que cueste.
Las arqueras son capaces de calzar toda la vida los mismos zapatos, siempre y cuando resulten cómodos para salir de cacería.
La moda sí incomoda, dirá una centaura, y seguirá vistiendo atuendos deportivos ideales para hacer gimnasia, mientras cocina.
De niña cocinaba, con su madre, bizcochitos para convidar a su tía cuando venía de visita, y le decía sin problemas «no te beso porque me pinchas con la barba.» Ponía en juego su sentido de la justicia cuando, en casa de una pariente «aristocrática», jugaba con el hijo de la criada. No entendía cómo, a la hora de sentarse a merendar, el niño comía con su madre en la cocina.
Su constante pedido de afecto la hace la regalona de la familia, título que conserva hasta adulta, cuando le pide a su marido la debida atención. El hombre que desee amar a una sagitariana debe decirle adiós al tabaco; debe amar a los animales y, además, saber todo acerca de ellos: cuántas crías por año tienen los conejos y cuánto tarda un piojo en incubar los huevos. Debe defender a la niñez, si es posible con actos heroicos, pero sin mostrarse solemne o grave, pues el humor debe reinar ante todo. La risa debe ser la música de fondo y sonar junto al tambor en todas las batallas. Odia los protocolos y las presentaciones acartonadas.
Si te decides a declararle tu amor, que sea pronto y sin rodeos, pues ella tiene demasiadas expectativas contigo. No la defraudes haciéndole sentir que desconfías de ella. Debes saber que, en el fondo, ella envidia el estricto control que ejerces sobre ti mismo. Sé emprendedor y tendrás la certeza de que ella te acompañará en cualquier aventura, ¡menos la de quedarse en casa!
No olvides que puedes tener frente a ti a una Valentina Tereshkova, la primera astronauta. Tendrá una vida sexual plena, siempre que sienta confianza.

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