Sobre Sagitario

Imaginemos a un hombre barbado, que está sentado en las escalinatas del Palacio de Justicia. Enfrente, varias palomas se posan en un monumento. La actitud y el semblante del señor que reposa en los escalones irradia paz y serenidad. El sol adormece sus ojos. Alguien lo mira, creyendo que es un pobre pordiosero, que no tiene dónde dormir, y se compadece…
Al rato, una persona se acerca y él se levanta.
El recién llegado lo saluda extendiéndole la mano y le dice: -¡Doctor! ¿Qué anda haciendo por aquí? ¿Se cansó de tomar exámenes y vino a tomar un poco de sol?».
Esta eminencia, que descansa al sol, es un sagitariano. La actitud circunspecta, los ojos inquisitivos, la independencia que demuestra al sentarse con despreocupación, gozando del momento de soledad interior, en una escalinata y no en la silla de un bar, muestran cómo vive un sagitariano: pensando, para así poder comunicar alegremente a los otros sus experiencias, con sinceridad y generosidad. No se preocupa si muestra una imagen que lo desmerece. No es de las personas que quiere «impresionar» a los otros, pero tampoco tolera la indiferencia de los demás. Cuando la perciba, tratará por todos los medios de divertir a sus interlocutores, pues la risa es el indicio más cierto para darse cuenta de que es aceptado.
El signo de Sagitario está regido por el planeta de la benevolencia, Júpiter.
Con esto podemos tener una idea de cómo es el sagitariano. A pesar de que Jesucristo nació un 25 de diciembre, podríamos identificarlo más con el signo de Sagitario que con el de Capricornio, pues hace 2000 años, el Sol estaba en Sagitario en esa fecha.
¿Quién sino un nativo de Sagitario podría haber encarnado a la figura de Jesucristo?
Tienen sus defectos, claro, pero se destacan por su gran indulgencia y su misericordia. De tanto querer hacer el bien, a veces hacen mal. ¿Cómo se explica esta contradicción?
A veces, el sagitariano practica la benevolencia con personas que no se lo merecen, o a destiempo.
Es que tienen la costumbre de meter la pata y yerran desastrosamente. Quieren arreglar una situación cuando ya la cuestión es insalvable y, con una palabra más, empeoran las cosas. Tomemos el caso de una sagitariana muy joven que tenía la obsesión de decir la verdad. Un día, su amiga Diana, que estaba a punto de perder un terreno, la convocó para atestiguar en los tribunales. Cuando le tocó contestar las preguntas que le hacían, respondió puntualmente a cada una, esforzándose por querer ayudar. Todo iba bien hasta que se le preguntó si ella era amiga de Diana, a lo que contestó con toda inocencia: -¡Oh, sí claro que somos amigas, y hace mucho tiempo!, con lo cual anularon su declaración. Su amiga terminó perdiendo el terreno. Además, Sagitario tiene tendencia a exagerar, a magnificar todo.
Es ejemplificador el caso de un campesino cuya vida era sencilla y tenía pocas oportunidades para conversar con otras personas, cosa que para un sagitariano es bastante catastrófico. Cuando iba a la proveeduría del pueblo, siempre encontraba excusas para hacer «sociales» con algún parroquiano. En una oportunidad, trabó conversación con un agricultor del campo vecino, con quien «se medía» a diario, comparando el rendimiento que tenía el campo sembrado. Aquél le relataba cómo un día no pudo entrar a su casa porque un zapallo inmenso le obstruía la puerta de entrada…
El sagitariano le respondió: «¡Eso no es nada, mi mujer y yo nos sentamos a tomar algo por las tardes, a la sombra del perejil…!» Sea como sea, sin duda a los sagitarianos les encanta hablar con locuacidad, intentando, en cada contacto con los demás, aprender algo. Por eso, preguntan de todo.
Son capaces de contestar a los agravios acaloradamente, sin medir sus palabras, acordándose de la madre de su interlocutor y de todo su árbol genealógico. Así como pueden cometer una imprudencia por extralimitarse con sus observaciones, no son muy prudentes con el dinero En el mejor de los casos, lo invertirán en algo novedoso; en el peor, lo jugarán alegremente. Algunos podrán decir que conocen sagitarianos ahorrativos, circunspectos, medidos en sus palabras; eso dependerá de su carta natal individual. Ahora estamos analizando al prototipo.
Por su honestidad, valora la fidelidad, pero su tendencia a la independencia y al disfrute mundano puede traerle problemas en el matrimonio.
Es pasional, pero se diferencia claramente de sus dos hermanos de fuego: Aries y Leo aman en el sentido carnal. Sagitario lo hace en el sentido espiritual y de sacrificio por la persona amada. Su libido es revitalizante y esplendorosa. Sólo los celos harán que encienda los motores de su corazón. Cuando siente celos, puede echar todo a perder, con discusiones encendidas: quiere ganar a cualquier precio. Sólo en tales circunstancias, cuando se siente herido, puede encontrarse triste y melancólico. Por lo general es alegre, divertido y chistoso. Elige la expresión de la vitalidad y del optimismo en campos con flores, espacios abiertos, bosques frescos y sombreados, con frutales, donde haya mucha luz. Éstas son las condiciones que un sagitariano exige, como buen deportista de la vida.

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