Leo y su salud

Leo es un signo de fuego y de modalidad fija. Se asocia a Leo con el corazón, órgano central de circulación de la sangre y, por ende, de la energía. Las partes del cuerpo que rige Leo son el corazón, las arterias coronarias que irrigan el músculo cardíaco, la espina dorsal, la vena cava superior y inferior, las costillas, el esternón y las articulaciones.
Por ser Leo un signo de fuego, puede existir en los nativos una emocionalidad exacerbada. Cuando el león pierde los estribos, el corazón se resiente y el leonino sufre taquicardias, aceleración del pulso cardíaco y hasta infarto agudo de miocardio. Existen otras patologías que se pueden encontrar en Leo, como angina de pecho, ataxia locomotriz, hipertermia, afecciones espinales, meningitis y fiebre. Es común hallar arteriosclerosis, que puede derivar en una hipertensión arterial. Puede existir un bloqueo energético de la emoción que, al no poder fluir, se congestiona y ocasiona los trastornos que enumeramos más arriba. Es difícil para los leoninos recibir y acatar órdenes, ya que son ellos los que por naturaleza las imparten. No son pacientes ni dóciles pero cuando se asustan, son los más obedientes. También están aquellos que, testarudos, continúan con sus hábitos desordenados: comen de todo, no se cuidan y así niegan su enfermedad.
Al león no le gusta sumergirse en aguas profundas y bucear en su mundo emocional. No olvidemos que pertenece a un signo de fuego, lo que lo lleva a acudir a una terapia sólo por una causa extrema, en la que se involucre la salud física. Es muy raro que llegue al terapeuta con el fin de autoconocerse.
A Leo le gusta tanto alimentar su ego como su estómago. Es amante de los «grandes» platos, no de las minutas. No es buen cocinero. Le gusta que lo sirvan y no suele ensuciarse las manos picando cebollas. El plato con el que podríamos identificarlo es el carré de cerdo con ciruelas y papas noisette.

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